MATILDA, SER ADOLESCENTE

¡Matilda, Matilda, ¿has hecho los deberes?

La mamá de Matilda gritaba desde la cocina. Su hija era un ser fantástico, risueña, alegre, cantarina. Siempre vivía sus propios sueños y se quedaba embelesada en cada uno de los actos que emprendía siempre con ilusión, y poniendo todo su empeño. Era un ser profundo y quizás demasiado preocupada por los aconteceres a pesar de que contaba no más de doce años de edad.

Matilda como cualquier niño de su edad imaginativo y soñador tenía un amigo invisible, un amigo que psicológicamente, si lo analizase un psiquiatra no dudaría en diagnosticar: “Falta de flexibilidad en las relaciones interpersonales, problemas comunicativos y ofuscación en sí misma buscando recursos para sofocar el sentimiento de soledad que de otra manera focalizaría una transgresión en su estado emocional abocándola a una profunda depresión.”

Matilda nunca se deprimía, podía sufrir dolor y desencanto pero era suficientemente madura como para afrontarlo con gran fortaleza. El hecho de contar con un compañero imaginario era fruto de la pérdida de una mascota, su perro pequinés Tatín que murió atropellado por una furgoneta cuando jugueteando con Matilda, iba tras una piedra que ésta le había lanzado. La furgoneta trató de esquivar a Tatín pero fue inevitable retirar su cuerpo presente del asfalto. Matilda lloró, tomó el cuerpo sin vida y fue a mostrárselo a mamá: ¡Una furgoneta ha silenciado sus entusiásticos ladridos y sus cálidos latidos, mamá, Tatín ha sido atropellado! Sufrió Matilda, sufrió pero no con aspavientos o ruidosos gestos expresivos sino con la carga emocional que supone una pérdida irreparable, con gran sentimiento pero sin miramientos ni expresiones externas, sin florituras, únicamente echó un puñado de arena en la tumba de su adorada mascota y dijo: “Adiós”, seguido de un silencio, enormemente compungida y afectada demostrando su gran capacidad para el sufrimiento y su inefable comportamiento quedaba muy lejos de las plañideras de los pueblos del centro de España.

Matilda desde entonces había imaginado en sus horas de sueño, ya fuera del colegio, un amigo de unos doce años como ella, que era escritor de graffitis y al que Matilda adoraba. Ella siempre le aconsejaba que no saliese por las noches a traducir sus impulsos artísticos con el espray en la mano. -¡Algún día te cogerá “la pasma” y te llevarán a un centro de chicos difíciles, y yo no quiero perderte!

Te necesito. Si no a ver ¿quién hablaría de mi amiga Eloísa que últimamente anda embobada por Carlitos y no da pie con bolo en clase, ni tiene en cuenta los consejos de su madre y se ha vuelto presumida y especialmente quisquillosa con la ropa, y que incluso un día se pintó los labios y parecía una mujercilla enana? Claro que te necesito para hablarte de lo hueso que es “la seño” que no se sabe explicar, y que nos manda demasiados deberes sin pensar en que somos pequeños, pequeños para tener responsabilidades, para estar concienzuda y constantemente enganchados a las agujas del reloj cronometrando cada una de nuestras obligaciones como hacen los mayores. Que no descansan, que viven enganchados al ordenador. Yo le diría a “la seño” que ahora necesitamos proteger nuestros derechos a una infancia feliz, con tiempo para los juegos, gozando de los placeres de la inocencia. ¡Ya tendremos tiempo de aprender a ser razonables y convencionales y de llevar nuestra tarjeta identificativa, en este mundo marcado por la ley del dinero y el estatus social! Ya te digo, te necesito para no caer en la rutina, para aprovechar el tiempo antes de que sea tarde, antes de que sea una cabeza cuadrada incapaz de llorar por los niños de Ruanda que no tienen condiciones adecuadas de vida, que pasan hambre, que viven en la miseria, que sufren virus y pestes aún, en el siglo XXI, cuando los científicos han avanzado tanto. Ellos no gozan de lo imprescindible, sino que están supeditados a la falta de las necesidades de primer orden. Ellos no pueden optar a una educación que les convierta en hombres de provecho, ni poseen juguetes porque ni tan siquiera poseen ropas con las que cubrir sus hinchadas barrigas fruto de la inanición.

Matilda imaginaba sus diálogos con su genuino amigo invisible. Ya estaba terminando de realizar unas cuentas y desarrollar un comentario de texto, limpiamente, sin tachaduras; porque Matilda era ordenada y le gustaba hacer las operaciones en sucio y pasarlas a limpio. Al terminar la tarea fue a la cocina a coger un cacho de pan y un cacho de chocolate que le servirían de merienda. Entonces llegaba su mejor momento, salir a la calle y sentarse al pie de un muro abandonado donde supuestamente su amigo invisible trazaba sus graffiti. “Hoy me siento rara, -le iba comentando- no sé, quizás algo me ha sentado mal, no sé, pero tengo un hambre voraz… ¿A ti que te parece?” Su amigo parecía confuso y uno respondía claramente como solía hacer.

Parecía reflexionar. Pronto Matilda comenzó a escucharle: “Sabes que los chicos y las chicas no son iguales. No quiero hacer un sermón o provocar una pugna sexista sin límites, pero francamente hay cosas entre un hombre y una mujer que los hace seres diferentes. La naturaleza femenina es muy distinta a la naturaleza masculina. El hombre y la mujer no son iguales. Ellas han de ser finas y refinadas, por ejemplo no sorber la sopa o no dejar las braguitas tiradas en un rincón de la habitación. El hombre suele ser más salvaje, goza de los privilegios de ser más rudo. No tiene que ser dulce, ni meloso, ni sonreír. Ellos han de ser valientes y no desdeñar esfuerzos por mostrar su fuerte y vigoroso poderío en artes propias de guerrilleros o futbolistas. Además el hombre ha de demostrar que es noble, que tiene un fuerte carácter pero que es justo y equilibrado. La mujer también ha de ser justa pero de otra manera, no con la fuerza de su carácter, ni aprendiendo a defenderse para tomar justicia, sino desde el sentimiento y el corazón. La mujer es sensible y sentida y entiende los problemas para solucionarlos desde la conciencia de su corazoncito. La mujer con sus cinco sentidos bien puestos goza además de un sexto sentido: La intuición femenina. Esa intuición es en muchas ocasiones la culpable del comportamiento de las mujeres. Así, su mamá te parece bruja a veces, porque ellas entienden no sólo con el sentido común sino además con esa virtud que les hace madres y les permite detectar los peligros y subsanar los problemas, siempre basándose en esa función femenina fruto de su propia naturaleza. Esa intuición ha salvado a muchos hombres incluso de sufrir catástrofes o dejarse llevar de su noble convicción razonada para tomar una actitud más reflexiva, dejándose aconsejar de las maternales intuiciones de una mujer, madre. Así el hombre y la mujer desde tiempos inenarrables se han necesitado, por eso se han buscado y se han encontrado, entonces se han unido y han procreado. Juntos han gozado y sufrido. Y así es mejor porque el goce se más profundo y el sufrimiento más llevadero”.

“Esta misma noche, comprenderás lo que te estoy diciendo, y a partir de la hora de acostarte me gustaría que pensases como una mujer dándole a todo su ecuánime significado y comenzando a distinguir con mayor precisión donde se encuentra el límite entre el bien y el mal, empezando a tomar las primeras decisiones… porque ente otras cosas, estás en una edad un poco difícil, aquella en la que los padres no saben cómo dirigir a sus hijos que ya empiezan a ser hombrecitos y mujercitas de provecho”.(Todo esto se lo transmitía el personaje de su imaginación a lo largo de la tarde)

“Te olvidarás de mí y descubrirás en otros chicos otras sensaciones, otros sentimientos casi impulsivos, casi irracionales… conocerás el amor, harás de tus relaciones con ellos mundos mucho más mágicos que el que tienes conmigo sentirás el deseo y querrás que ellos sean corteses y se preocupen y te mimen.”- continúa el amigo invisible comentando a Matilda-

“Te preocuparás por tu aspecto físico. Querrás gustar, serás más coqueta, aprenderás a vestir cuidando con delicadeza los mínimos detalles, incluso te preocuparás por maquillarte y dar impresión de mujer sensual y atractiva.” -(sigue en su exposición) “Esta noche es muy importante para ti y no sólo para ti, tu mamá te dará consejos y tendrás con ella una actitud mucho más amigable, casi de cómplice, aprendiendo y dejándote enseñar de una maestra de la experiencia. Verás como vienen los cambios”. Matilda no sabía qué decir, ni qué hacer: “Este discursito tuyo me parece una falta de principios, yo te creé para jugar contigo, para vivir aventuras, y tú en cambio, sermoneándome y dejándote llevar de palabras vacuas que no conducen a ningún punto en concreto: ¿Por qué no jugamos a los graffiti como otros días?, ¿A qué viene esta enseñanza académica sobre las relaciones humanas entre los seres de distinta naturaleza que irremediablemente han de unirse en relaciones de carácter sexual, como complemento uno del otro que no busca sino la armonía de la creación?; ¿Es que no quieres servir para lo que te he creado?

Fue entonces cuando el amigo invisible de Matilda bajó del muro y sacó el espray y se dispuso a realizar lo que sería su última obra. Comenzó a trazar rayas, rectas, curvas, círculos. Un brochazo aquí… ¡zas!, un brochazo allá… ¡zas! Te contaré una historia mientras estoy dibujando: “Marta y Marco se querían y todos los veranos los pasaban juntos en la costa, embrujados uno de otro, envueltos siempre en aquella atmósfera con olor a salitre. Marta tuvo un accidente en otoño con tan mala fortuna que quedó en una silla de ruedas. Era tal su desesperación que optó por no volver a ver a Marco. profundamente deprimida la vida pasó de ser un canto al creador a ser una vida rota y quebrada por el sufrimiento y el dolor. Marco, por otro lado, estaba muy compungido y no tenía nada con qué motivarse durante su jornada laboral. Su vida se convirtió en una rutina sin emociones. Dejó de emocionarse al ver cómo los pájaros alimentaban a sus crías y dejó de respirar profundamente al amanecer, cuando el sol como un aro de oro comenzaba a dar luz con sus rayos sobre las picudas montañas en la lontananza…” El graffiti ya estaba terminado. Era una mujer voluptuosa encendiendo un cigarrillo, vestía minifalda y ésta dejaba al descubierto sus largas y perfectas piernas. Al fondo cuatro caballeros observando con lascivia a la joven, jugaban a los chinos como si quisiesen luchar por ver cuál se acercaría a la vampiresa, para invitarle a una copa. Matilda, que no comprendió a su amigo.

Ni el discurso, ni la historia, ni la pintada… un poco dolida optó por no seguir hablando y se fue para casa, olvidándose de su amigo y sintiendo un profundo dolor un poco más abajo del ombligo.

-Mamá, creo que estoy enferma.

-¿Qué te pasa hija?

-No sé, me duele la barriguita.

-Creo que sé lo que es… ya eres mujer, hija, vete al baño y ponte una compresa, seguro que tienes las braguitas manchadas.

-¡Dios mío, mamá! Hay sangre. ¡Es esto lo que llaman menstruación o regla?

Al irse a la cama Matilda pensó en cómo había transcurrido el día. Pensó en el sermón de su amigo invisible, en la pintada, en la historia, entonces pensó como terminaría. Seguro que Marta y Marco volvían a reunirse quizás gracias a una operación quirúrgica. O quizá no y el amor era más importante de lo que pudiera parecer en un principio. Una historia sin final, libre para que cada uno pusiese su final… y un dibujo por graffiti un tanto subido de tono, que morbosamente mostraba una pasión desmadrada de un grupo de hombres que buscan relación con aquella fémina que lucía hermoso tipito. Todo esto le hizo cavilar :

Dios los creó a los dos: hombre y mujer, para que se compenetrasen y procreasen e hiciesen la vida fructífera.

A Matilda le parecía que ser mujer era una bendición. “Hoy soy mujer y me siento bien conmigo y con los otros. Algún día conoceré varón y seré capaz de formalizar un matrimonio y tener hijos, crear familia… Seré capaz de hacer florecer una relación con la que cada día se convierta en una aventura. Esa aventura no será como antes, cuando era niña, sino que serán aventuras emocionantes, de deseos prohibidos, de ilusiones que nunca se frustran, de sueños llenos de momentos románticos con un marcado matiz erótico.

Ser mujer es un nuevo estatus, es alcanzar el clímax biológico del desarrollo. A partir de hoy cada mes fluirá esta savia por mi cuerpo y podré tener hijos. Esa es la fiel realización a la que he llegado ahora. Sólo me falta tener experiencias y aprender a defenderme de las adversidades, pues sí, una de las claves de mi vida será hacerme una mujer completa, madura que sepa donde pisa y sepa cumplir con su deber. Un trabajo que sin duda comenzará en el día de hoy, día en que me proclamo MUJER”.

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