EL AMOR FURTIVO

Iba cabizbajo y supuestamente alterado por los acontecimientos, mas la tranquilidad de sus sentimientos le provocaban cierto sentimiento de seguridad. Caminaba con sus pantalones colorados y tomaba de sus bolsillos unas cristalinas bolitas que los demás denominaban canicas. Grisáceas, blancas y amarillas producían un frío sonido al chocar ligeramente unas con otras en un movimiento tintineante saltando entre los dedos.

 

Continuó caminando y se aferró a sus instintos más íntimos: la había visto y con la impresión sobre aquella mirada descubrió sobre sí mismo que la realidad, su realidad estaba fatalmente dañada por sus incorregibles deseos de observarla en su soledad. Fue así como la obsesión comenzó, en el mismo instante en que ella desde la esquina le saludaba con una amplia sonrisa que dejaba entrever sus blanquísimos dientes.

 

Se saludaron aprehendiendo aquel momento como un intento de aferrarse cada uno a sí mismo con timidez, ambos pretendían no estropear aquello que comenzaba y con la mirada fija se transmitieron una serie de sentimientos que les embaucaba y les hacía transformar sus primeras intenciones en simbólicos movimientos de ojos que fácilmente dejaban entrever manifestaciones que resultaban agradables, aunque entendían que era difícil sentir protección sin antes intercambiar palabras.

 

-¡Hola!

 

-¡Hola!

 

Simpatía, aquello era simpatía entonces sí, entonces comenzarían a hablar

 

-¿Qué tal?

 

-Bien y ¿tú?

 

-Te invito a tomar algo

 

-De acuerdo

 

Así fue como empezaron a gustarse. Sin embargo el diálogo fue perdiendo fuerza e intuyeron que lo que ocurría empezaba a parecer una fatalidad.

 

¿Es posible aprender del mundo?

 

Ambos se interrogaban interiormente, cada uno de ellos de tal modo que el fulgor del primer instante se transformó en un comentario anónimo teñido de tenebrismo en sus mentes. ¿Se desarrollaría la acción?

 

Eso era fácilmente posible pero infinitamente difícil.

 

Estaban en el bar tomando una copa y ella trató de insinuarse. No provocó ninguno de sus movimientos pero acertó a ver con entusiasmo que se sentía agradablemente atraído por un sentimiento de amistad. Una mistad que no se había olvidado y que con cierta similitud a lo ocurrido en el pasado podría desembocar en un interesante encuentro que pasara por ciclos entre estar asustados o ser audaces sin interpretar por completo sus acciones.

 

Cariño- le decía ella mientras retiraba con cuidado la sábana, ¿Has abierto la ventana?

 

Fue entonces cuando descubrió que los rayos de sol dañaban su piel y le comentó con ternura:

 

-¿Has visto lo frágil que eres?

 

-No cariño, me olvidé de cerrar el pestillo y ahora el viento intenta penetrar e inundar nuestra relación.

 

-No hables cielo- dijo él

 

En aquel momento volvieron a mirarse y casi llegaron a contemplarse.

 

-¿Has intentado en alguna ocasión ver la mañana en su plenitud?

 

-¿Qué opinas tú?

 

-Es difícil creer que la vida es un suspiro matinal sin embargo creo que la razón nubla el sexto sentido, cariño.

 

-No tardes en vestirte, ya nos volveremos a ver.

 

En aquella mañana no era capaz de sentir con entereza todo su poder y volvió a juguetear con aquellas bolitas de cristal, que enérgicamente le ayudaban a controlar sus nervios y a decir con ironía: ¡Feliz suspiro!

 

Llegó a la oficina y se entretuvo en disponer de su tiempo con fuerza contundente. Bajo su elegante traje volvió su mirada, hacia su simple secretaria y le dijo duramente.

 

-Hoy tendrá que escribir una carta- Señorita Alicia.

 

-Cómo usted indique Don Jefe:

 

-Bien pase a mi despacho, dentro de cinco minutos y no olvide ejercer bien el papel, intente no olvidarse de traer el café y no dude en ponerse las gafas, nenita.

 

No tardó en dulcificarse la escena así fue como la fiel coincidencia entre su impetuosa caballerosidad y su fría mente no tardaron en hacerle sentir hombre. Su influencia y su ampulosidad se convertían en mera seña de identidad de su propia opinión, acerca de lo difícil que resultaba entender a las mujeres.

 

Diseñó un estratagema para hacerle sonreír y no dudó en conseguir favorecer su desilusionada fortaleza.

 

-¿Qué bien te veo Alicia?

 

-No dudes en mejorar tu imagen

 

-No seas tan fácil, no busques el significado de tus palabras más allá de lo que te indica tu propia razón, pequeña.

 

-No dudaré en traerle el café.

 

-Así será fácil trabajar no dudes que la ilusión del momento se puede desvanecer y asiste a tu cita con el jefe

 

-Vale chato.

 

Alicia le llevó el café y se colocó suavemente las gafas. Se sentó frente a él con las piernas cruzadas y con su libreta en la mano comenzó a tomar notas taquigráficas para después con orden escribir las frases, pues era su empeño hacer bien lo que le habían ordenado.

 

Más tarde estaba escribiendo a máquina el texto:

 

Estimado Juan:

 

         He visto que dejas pasar demasiado tiempo para utilizar el teléfono por lo cual no quiero demorar más la reunión prevista.

 

No dudes en asistir y tráete contigo los últimos papeles que dejamos pendientes. No obstante, no olvides revisar mis indicaciones. Un cordial saludo.

 

Alicia entendió lo que querían de ella por lo que disfrazó sus sentimientos y los convirtió en arrogancia e incluso un poco de despecho. No se sentía a gusto consigo misma pues no comprendía la broma de su jefe.

 

Fue así como empezó a darle significado a todo. Él y Juan habían estudiado juntos y habían sellado un pacto (eso sabía ella). Entonces ¿se intercambiaron algo?. No ella no podía creer lo que pensaba. ¡Era una conspiración! ¿Fue así como se solucionaron los asuntos de Isabel?

 

Isabel era una mujer muy atractiva y simpática capaz de mover con dulzura a los chicos y lograr aquello que se proponía, pero tenía un defecto: se dejaba llevar por sus impulsos sin calcular qué dirección debía llevar. Por lo que sus interesantes comportamientos habían dado qué hablar durante cierto tiempo.

 

Ella, Alicia, en persona había observado su estratagema. Se auto-convencía de que era posible hacer lo que se proponía, sin embargo le faltaba su buena voluntad en pequeños detalles. Detalles como sonrisas y guiños que le delataban.

 

Buscó entre sus recuerdos más profundos y no descubrió nada que le hiciese pensar que aquello no era real.

 

Fue así como  comenzó a darse cuenta de que el enlace entre aquellos acontecimientos del pasado y la situación presente le provocaban un enorme descontento.

 

Evitó mirar en sus sentimientos más íntimos y sólo de este modo logró tranquilizarse. Así que cogió el escrito, lo dobló correctamente y lo envió al señor Juan.

 

Se enfureció de tal modo que arrojó su sueño por la ventana, intentando encontrar el motivo que le hizo embrutecerse de aquel modo con ella no lograba comprender cómo se había portado de aquel modo.

 

Miró hacia atrás y descubrió que aún no había terminado su trabajo.

 

Juan era rubio y tenía los ojos verdes, trabajaba en un bufete de abogados y acababa de conocer a la que pensaba era la mujer de su vida, pero no lograba entender por qué motivos no se atrevía a enfrentarse… ella… ¿trataba de conquistarla?.

 

No le interesaba otra cosa que no fuesen sus propios deseos y quizás era ese el problema de su actual situación. Iba mal vestido y no lograba acertar a comprender como había vertido el café sin darse cuenta.

 

Ella se llamaba Ana y tenía una sonrisa muy especial. Era muy serena y no buscaba sino complacerse en armonía consigo misma.

 

Juan se entretuvo en mirarla en la fotografía que recientemente la habían  hecho, y se entretuvo en recordar su rostro que le satisfacía en grado sumo, de tal modo que se tranquilizó un poco.

 

Se marchó a su casa y se tumbó en el sofá de cuero a ver la televisión. Las noticias no le interesaban. Se quedó dormido.

 

 

No había nadie en ningún sitio, ella se sentía intranquila y decidió arreglarse, se puso un suéter y unos pantalones vaqueros. Se sentía fresca- “Dios mío me acosté con él”.

 

Isabel no sabía muy bien lo que había hecho pero disfrazó su imagen para transmitir todo aquello que había hecho. Iba a auto-examinarse.

 

¿Por qué aquellos recuerdos de su infancia?

 

¿Por qué aquel encuentro con él?

 

Isabel se entretuvo en poner en orden los objetos en el bolso sin olvidar su barra de labios color “nature”.

 

¡No! Se dijo una y otra vez. ¡No ha podido ser real! ¿Yo con él?

 

Así pensaba ella que había ocurrido, que era una aventura más. No dudó en recoger las llaves de la mesilla y se las guardó en su bolsito, así logró salir del hotel y se marchó hacia la calle sin que le importase nada de lo ocurrido.

 

Salió dejando las llaves en consigna a cambio de un “Donativo” como ella decía. Pero aquella vez, no sabía lo que iba a ocurrir, el portero dejó su mirada fija en el “book” pero le vio mover el culo.

 

Alicia se despertó como salida de un sueño de “ninfas” y se dispuso a observar cómo se había dispuesto todo para el día en que iba a comenzar.

 

Se puso una camisa blanca y una faldita muy corta color “beige”. Así volvió hacía la fotografía de su mamá y le pidió que no faltara nada para que todo saliese a la perfección. Alicia no olvidó estrechar aquel retrato contra sí misma y lo retiró hacia un lado intentando no hacerse daño.

 

Todo fue como un sueño e intentó que no se estropeara el “programa”.

 

Se dirigió hacia el armario y cogió la chaquetilla de tal modo que estaba a gusto y tranquila con aquel nuevo atuendo.

 

Iba hacia la oficina pero tenía cierto temor por el sonido del teléfono. No había comprendido esa parte del sueño y su cerebro se nubló por un instante.

 

Intentó darse ánimos y se fue a desayunar a una “croisantería”, allí se regaló con un dulce y un café cortado calentito que le hizo bien al cuerpo. La joven secretaria pagó y agradeció al camarero una sonrisa de la que no dudó en desconfiar, pero intentando no alterarse, ni asustarse decidió continuar su camino.

 

Llegó a la oficina y él no estaba, no había nadie ni nadie quería contestarle, por eso descolgó el teléfono y oyó una voz que grabada en el contestador  le decía: “Alicia no olvides recoger el libro y vete al despacho a ultimar”.

 

Al escuchar aquella voz, contuvo el aliento y se preguntó: ¿cómo?, ¿acaso está ocurriendo algo realmente?

 

No se acercó al despacho por temor y allí fue como se mantuvo la idea de comprender qué era lo que ocurría.

 

Alicia era una joven tímida, dulce y feliz pero no le gustaban las bromas ni los caprichos. Por su mala cabeza llegó a secretaria y ahora estaba tratando de descubrir el enigma.

 

Alicia se sintió terriblemente mal por lo que decidió que la opción de no entrar en el despacho era la más adecuada.

 

Juan fue en busca dela fotografía y se sentó El sofá estaba pringado de sudor, se despertó y se entretuvo duchándose mientras reía, no paraba de reír y de sentir con satisfacción que había sido uno de los mejores de sus sueños.

 

No se atrevió a frotarse con la esponja y se vistió rápidamente con un jersey de escote a pico y unos negros pantalones que conjuntados con tonos verdosos le daban un aire muy “chic”.

 

Salió tranquilo, iba seguro de sí mismo, pero hoy no se acordaba de Ana. (pobre Ana, ¿dónde está Ana?)

 

Ana había sido una mujer fría y calculadora que colmándole con besos y abrazos le había hecho olvidar que era un ser inferior.

 

Olvidó coger el correo. No quiso volver a acordarse de su amor.

 

 

Dibujando un corazón sobre un cristal se encontraba Isabel, mientras trataba de buscar a su propia víctima. Pero ella en verdad, no sabía que iba a ocurrir , por lo tanto aparecía como un ser con aire sofisticado, venido a menos que trataba de opinar entre la diferencia de pasarlo muy bien o sufrir en su intento de llegar a ser.

 

Se disgustó mucho pero no fue a ver cuál era la intención de su jefe, sin embargo se acercó a aquella mujer que estaba  en la cafetería.

 

-¡Hola Lisa!

 

-¡Hola! ¿nos conocemos?, ¡Lisa!

 

-No sé creo que tu cara me suena.

 

-¿Qué nos conocemos?, ¿de qué?

 

-Pues mira no sé, pero estoy segura.

 

-¿Estás segura?

 

-No mucho, verás, tu cara me suena pero ese cuerpo no.

 

-No fastidies, no abras los ojos ahora nena, lo único que tienes que hacer es escucharme.

 

-¿Cómo?

 

-Que lo único que tienes que hacer es escucharme y pensar en la persona que quieres.

 

-¡Oh, no te comprendo!

 

-No te asustes. Tú estabas en una pequeña cabaña mientras yo de manera ensimismada me transformaba en una pequeña parte de ti misma. Soy como tu amiga del alma, pero no te asustes, lo único que pretendo es conocer cómo fue cuando eras pequeña

 

-¡No!

 

-Si verás guarra, tú estabas en la cabaña y te estabas adormeciendo mientras yo con fastidiosa idea me convertía en un ser impetuoso.

 

-No, ¿estás loca?

 

Le dio un beso

 

-No te asustes, no hay nada más fácil que tratar de comprenderte.

 

-No tía, lo único que ocurre es que voy a ser cariñosa contigo.

 

Solo quería decirle que la vida es fácilmente un sueño de hadas quiero ser tu hada, quiero ayudarte para que comprendas por qué no has hecho el favor de llamarme antes.

 

-No he podido descolgar el teléfono, lo que ocurre es que oí tu voz.

 

-¿A qué te refieres?

 

-A él, mi jefe.

 

-¿Quién es tu jefe?

 

-Es un hombre muy comprensivo que me ayuda a ordenar las ideas y me hace sentir muy bien, porque no me sobreestima, sino que me ayuda de verdad. Me hace sentir en muchos momentos de mi vida, en otros me hace daño. Siempre me hace recordar porqué la vida es un vaivén y un juego. Porque las cosas tienen un porqué, porqué la emoción, y le deseo tienen un significado. Simplemente me trata bien.

 

-Tontita, ¿cómo puedes pensar eso de él? es un simple “guaracho” que nos hace la rosca a las dos. Aún no te has enterado. Es un ser infiel y brutal que sólo quiere satisfacer sus deseos.

 

-No puedo creerte es un hombre afable y bondadoso.

 

-¿Cómo quieres pensar eso?

 

Fue entonces cuando ambas mujeres mantuvieron un silencio. Alicia sonrió a Isabel y se acercó para devolverle el beso, pero Isabel con gran habilidad logró salir deprisa de la cafetería y ver qué había ocurrido.

 

 

Juaquín era un joven aguerrido y feroz que trataba siempre con alevosía resolver los problemas y encontrar soluciones a sus conflictos personales. Por eso iba siempre vestido con sus zapatillas de deporte y con barba de dos días. Iba de allá para acá como buscando, no sabía exactamente qué sino que se disponía a apretar en cualquier momento con sus puños a los seres inferiores que se pusieran en su camino.

 

Era grande y siempre iba vestido de negro. Su rostro agradable y feroz a la vez daban a entender que él siempre fue y siempre sería un hombre fabuloso que vestía bien… vestía como le había indicado su madre.

 

Juaquín observó a través del cristal, el encuentro entre las dos señoritas… ¡zorras!- se dijo sin dejar de observar todos y cada uno de sus movimientos.

 

Alicia le resultaba simple pero le ponía nervioso. Isabel nunca le había gustado pero guardaba un buen recuerdo de ella.

 

Así fue como  sus ojos no pudieron dejar de mirar las piernas de Isabel cubiertas por el vaquero…

 

-¡Dios!. ¡Cómo se mueve!. ¡Quizá no sea lo que parece!

 

Juaquín siempre fue muy infantil y se empeñó en asegurarle a sus padres que tras de sí había un montón de buenas ideas y significados sofisticados. Ambos le habían educado con cierta seguridad (en sus palabras) en sí mismo pero no podía dejar de maltratarse y machacarse en todos y cada uno de sus comportamientos.

 

No es que fuese feliz pero sí era un hombre auténtico. Un soñador con ansias de ganar y de ejercer su propio poder en sus razonamientos.

 

Al observar a Isabel y Alicia no pudo por menos de pensar en su mamá  y recordar el último consejo de su papá: “No menosprecies a las mujeres”.

 

Se acercó entonces hacia Alicia y le dijo con cierto entusiasmo:

 

-Hola pequeña

 

-Hola grandullón- respondió ella.

 

-Te tomas un refresco.

 

-No gracias, no me apetece.

 

-Vamos mujer, no seas así.

 

-Está bien

 

 

Así fue como se descubrió ante él Ella era una joven mimosa y simple pero le gustaba mucho trabajar.

 

Había dedicado toda su vida a esforzarse por mantenerse al pie del cañón, en su tarea diaria de atender el fax, ordenar el ordenador y mantener limpia la máquina de escribir.

 

Charlaron durante un rato más y se decidieron a darse ánimos sobre lo interesante que resultaba el continuo vivir y gozar de los pequeños momentos que la vida ofrece.

 

 

Carlos se entretuvo aquella mañana y se fue a una joyería. Allí estuvo observando las piedras preciosas. No sabía muy bien porqué había entrado a no ser que fuese porque había perdido el prendedor de corbata y quería comprarse uno.

 

De este modo, decidió observar todas las piezas y hacer un estudio minucioso del porqué él en  aquella situación

 

Dio con tres anillos. Uno dorado y color hueso, otro plateado y blanco un tercero sencillo, una arandela de oro viejo. Sin saber con qué compró tres joyas.

 

 

Sentados en una terraza comenzaron a hablar acerca de lo mucho que querían poseer el poder y sentir que las cosas iban a ir bien.

 

Por eso se entretuvieron en tantearse el uno al otro y descubrir que querían decir y que pretendían hacer en los siguientes días.

 

El con su traje a rayas en tonos granates intentó comprender como podía era comenzar a ejecutar la acción.

 

Sus intenciones eran claras, obtener un buen un verdadero sentido de la verdad.

 

 

Por otro lado Juan se fijó en su calzado y descubrió que llevaba cómodos zapatos. Él llevaba unas “Mike” y él unos “Martens” granates. De esta forma –pensó- no creo que  termine bien el juego. “Pobre infeliz”- se dijo y colocó sus gafas de sol sobre la mesa sin darle importancia al asunto.

 

Se tomaron un par de whiskies y se saludaron.

 

-Juan

 

-¿Qué tal?

 

-Dime, ¿has trabajado duro?

 

-No aún no he terminado el trabajo, he decidido abrir el cajón, pero no he logrado recoger el correo.

 

Bien, no te asustes mucho, lo único que tienes que hacer es seducir a tu señor y tratar de suplicarle a tu señora.

 

-Vamos déjalo.

 

-No insistas lo único que te pido es que seas bondadoso y trates de desenmascarar al propio niño que llevas dentro.

 

Él sabía que se equivocaba, y decidió dejar la conversación para hablar sobre su próximo juego.

 

-¿Viste lo fenomenal que estaban las nenitas?

 

-Isabel está encantadora.

 

-Sí y Alicia no estaba del todo mal.

 

- No pierdas el tiempo y trata de acordarte de Ana.

 

-¡Madre!, me das la alegría del día.

 

-Bien no insistas en perder el tiempo y tratar de hacer bien el trabajo.

 

-Así será.

 

-Ya veremos

 

-No insistas en maltratarme, vamos chico o aún quieres más.

 

-No, es simplemente cuestión de autoestima.

 

 

Las caras no resultan fáciles para nadie. Cada uno había escogido un personaje y había intentado llevarlo a cabo en su más estricto sentido del cumplimiento, leal en sí mismos.

 

No se esforzaron Isabel y ¿Ana?, Alicia, tranquilamente habían dejado pasar el tiempo. Quizás cuestión de principios. No era una solución sencilla aquella a la que se enfrentaba sino que sus impulsos y sus formas de ver la vida, había considerado que aquella era una forma normal y corriente de abrirse paso entre sus desastres y facilitar de este modo la salvación a sus propios problemas.

 

 

Los hombres y las mujeres tienen por sistema un modo de ver la vida que les aleja de sus necesidades vitales, sin saber si vuelven a sus necesidades propias intentando no romper con la línea que les une de verdad a sus instintos y a sus formas de comprender por qué  las cosas son como son y no son de otra manera.

 

 

No intentaron desvirtuar las cosas que tenían valor, simplemente trataron de descifrar el porqué de sus inmensos placeres que se refugiaban en sus propios niveles de relación.

 

 

Las mañanas fueron como normas de construcción y las tardes como carriles de ferrocarril

 

 

La lucha, el desarme nuclear, los misiles… tonterías, simples juegos cuando de verdad encuentran lo que ansían.

 

 

Isabel no tardó en empolvar su nariz  y se dispuso a dejar que las cosas sucediesen, por eso se mantuvo durante un tiempo con la mirada en el espejo, mientras sin odio ni rencor, lo único que quería era gustarse a sí misma.

 

 

No tardó en recupera su identidad y se guardó el “Lip-Stick” en el bolso de su vaquero.

 

 

Se sonrió y salió hacia afuera intentando encontrar una solución a su problema y recibir las gratificaciones que tanto se merecía.

 

 

Al volver a la barra del bar descubrió que allí seguía Alicia.

 

 

Le invitó a una copa, ella no aceptó y salió deprisa en el instante en que Juaquín intentaba acercarse más a ella.

 

-Isabel, ¿qué tal estás?

 

-Un poco subida de tono…

 

-Vamos Isabel no trates de engañarme.

 

-Ah, eres tú.

 

-Nena como me pones.

 

-Vamos Juaquín, ¡Oh! Creo que voy a irme

 

-He dicho que te quedas aquí- le sostuvo por el brazo.

 

-No tardaron en empezar a besarse y en seguida se estaban tuteando.

 

-Aquel parecía iba a ser el polvo del siglo.

 

 

Aquel ser arrogante e impetuoso que no dejaba de colocarle, introducía su lengua casi hasta las amígdalas. Esta vez no utilizaría hilo dental.

 

 

Aquella guarrada le estaba gustando mucho y se excitaba sintiéndose mujer hasta incluso pensaba que tenía la rabia. Era impresionante.

 

 

Cómo sentía en su propia carne con gusto aquel deseo de devorar No se entristeció, ni dudó por un momento que aquel era su objetivo.

 

 

Alicia se dirigía directamente hacia la carretera cuando un coche frenó en seco.

 

 

Era Tomás que viajaba hacia California con su gorra “caqui” y sus pantalones marrones.

 

 

Llevaba música y se entretenía en fumar un cigarrillo bajo en nicotina.

 

 

Alicia se acercó a la ventanilla y le dijo: -¡Hola Tomás! ¿Por qué no me dices qué es lo que le pasa a tu amigo?

 

-¿Cómo? ¡No te oigo!

 

-Nada, que… ¿cómo es que llevas tan alto el loro?

 

-Bajó el volumen del transistor y se fijó ne sus ojos de color avellana.

 

-¡Hola Alicia!

 

-¡Por fin, Tomás!

 

-¿Cómo? Te llevo a algún sitio.

 

-Vale

 

-Bien, entra y ponte al volante. No dejes de mirar por el retrovisor.

 

-Como tú digas

 

 

Alicia montó en el coche y entre risotadas y carcajadas, le dijo a Tomás:

 

-¿Qué tal te va?

 

-A mí bien, y ¿a tí?

 

-A mí también. Estoy comenzando un trabajillo y necesitaba tu ayuda. ¿te acuerdas?

 

-Me acuerdo.

 

-Bien, pues no dudes en interesarte de lo que puede ocurrir cuando te acerques

 

-¿Adónde?

 

-A la casa de los sueños.

 

-Vale.

 

Se desdibujó su sonrisa, lentamente le dio un beso en la mejilla y bajó del coche

 

 

Pudo ver a Juan y Isabel.

 

Juan trataba de explicarle no sé qué y Isabel perdía los nervios por no saber qué decirle.

 

 

Gritaban y peleaban entre lágrimas, algo estaban intentando decirse algo. Quién podía ayudarles pero ya era tarde y decidió no acercarse

 

 

Juan estaba espléndido y con buen color de cara pero ella parecía una mujer perdida y como alocada que no acertaba a comportarse tal y como era de verdad, quizás un error, quizás un desengaño, quizás era una pérdida de tiempo. Pero ella no podía por menos de tenerle respeto, por lo que dándole una torta le hizo reír y él la agarró por los brazos y le dijo:

 

-Nene, no intentes maltratarme

 

Ella se echó a llorar.

 

 

Juan le dejó sola y ella se dirigió hacia su casa y allí se entretuvo en ordenar los platos y las tazas que recientemente había conseguido por una dudosa transacción bancaria. Así fue como Isabel se dio cuenta de que aquello que era un momento importante por su vida. Quizás se estaba rehabilitando. Aunque no se dio cuenta de si sus intenciones estaban claramente determinadas.

 

 

Por esta razón Juaquín, oculto en la casa observaba con mirada atenta la acción de su chica. Quería destrozarla pero estaba tan intranquila… ¿Qué sería eso?. No se entretuvo en mirar el reloj, sino que se acercó a la ventana y allí trató de asegurarse de que estaba bien cerrada. Se dispuso a asesinarla. Maquinó un plan en su mente. Quería matarla. Entonces se puso los guantes negros de piel  y tomó un hacha en sus manos.

 

Estaba dispuesta  a cortarle la cabeza. Fue así como intentó llegar sin asustarla. Se empeñó en ir por la espalda  y trocearle desde el cuello.

 

Entonces ella se giró y con gran ligereza sacó su puño y le arreó tal golpetazo que lo dejó tumbado.

 

 

-No tardes en darme un buen susto. Él se quedó en el suelo con la nariz rota, sangrando a borbotones y diciendo: ¡Qué cruel eres!

 

 

No disfrutaron en el juego por eso le hizo sentir que había alguien más, que quizás alguien lo había observado y le había visto asesinar a aquel pobre hombre.

 

 

No sabía qué hacer con el cadáver.

 

 

Entonces empezó a ponerse nerviosa y trató de ocultarlo. Pesaba mucho.

 

 

Decidió meterlo en el armario, como no pudo con él, lo sacó a la terraza y allí le desnudó y le metió en un arcón. La policía terminaría por descubrirlo.

 

 

Más tarde, a eso de las siete, se marchó Alicia hacia casa de Carlos, pero no estaba. Mientras tanto él y Juan que ya se habían despedido se separaron y se fueron cada uno por su lado.

 

El rostro de Juan, describía seguridad, sin embargo, Carlos estaba un tanto jodido y malhumorado. No rieron por más tiempo. Alicia y Tomás, se veían en aquel coche en el cual se habían dicho muchos secretos y les había hecho soñar muchas alegrías que no dejaban de provocarle a Alicia, que sin embargo se comportó bien, e intentó hacerle agradable aquel momento.

 

No se sirvieron de engaños ni mentiras, se trataron con amor y por eso ella había decidido no olvidarse de el, sino agradecerle todo el bien qué por ella había hecho. Le había gustado estar con él, le deseaba lo mejor y  al salir del coche le dijo: ¡Chao, chato!

 

 

Isabel tenía miedo y por eso no se preocupó, sino que trató de vacilar con sus amigos y decirle a su amado como  se atrevió a facilitarle las cosas. No se sintió ni excitada, ni lasciva sino que se refugió en su cuarto a descansar y trató de no enfriar lo que sería su decisión de reír en cualquier momento. Mientras tanto en el hall, estaban un grupo de hombres y mujeres: distinguidos, que buscaban una solución a sus problemas de entendimiento, entonces ella se miró en el espejo y se dijo.-Tía estás tonta, no sabes lo que quieres, lo único que te interesa es el poder y el enriquecimiento, cuando te tienes a ti misma. Tú vales más, tú tienes unas virtudes. Tú puedes aprender sobre tu propio bienestar, tratar de cultivar esas virtudes-.

 

La joven volvió a la fiesta y allí estaban todos, solo faltaba él.

 

En la fiesta no faltaba de nada, había refrescos y golosinas y todas trataban de bailar con la más fea, intentando evitar a sus respectivas.

 

No era una fiesta de su agrado y por eso dejó la puerta abierta. Al salir la noche estaba oscura. Había bebido algo pero lo que le ocurría es que estaba confusa.

 

En el porche se sentía tranquila e intentaba reafirmarse en sus y romper con los malos momentos.

 

Se detuvo un instante y pesó: ¡Seré tonta! Ponerme una prueba de este modo. No decididamente no sigo en mi línea. Algo está ocurriendo, algo se estaba cociendo. ¿Qué será eso que me quería decir esa joven de la cual no consigo recordar su nombre?

 

Quizás voy a dar un giro, me transformaré en otra identidad que sobradamente me alimentará y me convertirá en un ser que aunque lo desconozca ya he sido.

 

 

Bien ordenemos la cabeza, primero el cabello, vayamos a dar el recorrido nocturno.

 

Entró en la fiesta sin ser vista ni oída y se arregló en su cuarto.

 

Así fue como ella se contempló y observó un pequeño lunar en su rostro que no dejaba de darle realismo a su rostro que se medio transfiguraba. Ella no lo dudó ni por un instante pudo meter la tercera y girar la esquina.

 

Las prostitutas con sus bolsos rojos y sus pichis de cuero, vestían a la última. Se observó, aún iba en vaqueros no sabía cómo informarse.

 

Fue entonces cuando vio a Tomás, que trataba de pasar mercancía y se dijo a sí mismo ¡Hoy hablo con él!

 

Dejó el coche y bajó acompañada de su bolsa gris se puso frente a él y le dijo:

 

-Tomás has bloqueado la salida de la terminal.

 

-Claro cariño, por eso aún suena el pitido del metro.

 

Ellos estaban tratando de reencontrarse y por ese motivo no pudieron descubrir ni como ni cuando había empezado las cosas.

 

 

Ella era una mujer que trató por todos los medios de dibujar en su mente su propia existencia.

 

Tenía que trabajar mucho y caminó con su padre sin apenas darse cuenta de lo difícil que podía resultar aquello. Una simpleza, una nimiedad, una forma de ganarse la vida.

 

Aquellos hombres la habían maltratado y habían utilizado sus argucias par descolocarle las ideas, pero ella había aceptado seguir con su mismo comportamiento hasta lograr encontrar su verdadero sentido de la vida.

 

-¿Te acuerdas de Ana?

 

-Ah sí, esa chica tan mona.

 

-Pues ha roto con su amigo.

 

-Dios mío albricias. Ya quisiera yo poder encontrármelo

 

-No lo busques nunca lo encontrarás.

 

 

La risa de Tomás y las carcajadas resonaron en los tímpanos de Isabel.

 

En un momento rápido abrió el bolso y sonó una carcajada. Le dio un corte en el brazo así fue como se libró de él.

 

Sin saberlo ella había alcanzado una cota de libertad, al menos eso pensaba ella, no obstante lo único que ocurría era que comenzaba a dejar una cadena para unirse a otra.

 

 

Una esposa que en aquel instante le ponía un gendarme.

 

No dudaron en interrogarla en la comisaría:

 

-Señorita, ¿qué ocurrió?

 

-No lo sé, yo le ataqué.

 

-Usted le atacó

 

-Yo no, simplemente me dejé llevar por mis propios sentimientos.

 

-Explíquelo.

 

-Bien, él trató de matarme, de acabar conmigo. Lo único que ocurrió fue que actúe en defensa propia.

 

 

Isabel pasó una temporada a la sombra…(como se dice vulgarmente), se quedó dormida detrás de las rejas.

 

 

Maquinalmente el tiempo impedía que conciliase su profundo sueño ya que el reloj de su dormitorio no hacía tic tac sino que el ruido de los coches y caminos le consiguieron hacer superar el “sock”. Fue así como logró despertar de  un profundo sueño.

 

Abrió los ojos lentamente pero estaba temblando, se sentía débil.

 

Gritó, gritó tres veces pidiendo auxilio, se fijó en la celda de al lado. Allí estaba Juan.

 

-Tú aquí- gritó histérica.

 

-Claro cariño, he venido a verte, te lo crees.

 

-Yo no. Algo va mal tío.

 

-El qué nena.

 

-Que no estás conmigo

 

-Cuéntamelo

 

-No puedo.

 

-Vamos nena que hoy te llevo a California

 

-Déjame que me tranquilice.

 

-Está bien, ¿tú crees que vendrá el “Boss”?

 

-No lo sé, ¿a ti te ha fallado alguna vez?

 

-A mi nunca, siempre he sido legal, ¿tú que sabes?

 

-Nada que Alicia sigue en la misma línea, es tan tontita.

 

-Pobrecilla yo no la he vuelto a ver.

 

 

Mientras se entretenía en estos menesteres llegó la propia Alicia que había pagado la custodia.

 

-¡Hola chicos!

 

-Hola, A-li-ci-a.

 

-Vamos que ya habéis pasado por esto, no intentéis darme las gracias.

 

-Salieron los tres mudos sin darse explicaciones.

 

 

Alicia se sentía entristecida no le había visto a él y aquello le daba mala espina. Fue entonces cuando se acordó de Tomás y de su mamá.

 

Su vieja se llamaba Ana y por lo que sabía fue una mujer tranquila y feliz que servicialmente hacía grandes obras de caridad.

 

Solía visitar enfermos, ayudar a los miserables y trabajar en proyectos humanitarios… ¿cómo la recordaba?

 

La recordaba como en un cuento de hadas, vestida con bata blanca y como indicándole que aquello que hacía no era correcto.

 

Alicia no lograba entenderse a sí misma pero algo le hizo modelar sus propios pensamientos y crear en su mente una historia para olvidar su propia realidad.

 

Ahora tenía  que encontrarse con él y no le hacía gracia pero sin saber por qué fue a casa a ducharse.

 

Mientras se duchaba, se acordó de qué había ido al despacho del jefe.

 

Se puso algo nerviosa  sin darle mayor significado fue a vestirse.

 

Se vistió con una camisa transparente y una falda granate que muy ceñidas al cuerpo hacían de ella una mujer objeto que en el fondo no le desagradaba.

 

Decidió estrenar un bolso a juego con sus tacones de charol, se creía que iba a bailar.

 

Buscaba desesperadamente a alguien que le ayudase a realizar los sueños que tanto daño le habían hecho esa noche.

 

Sonó el teléfono y al cogerlo tuvo un enganchón en la media.

 

-Dígame

 

-Nena, soy yo

 

-¿qué quieres bobo?

 

-Solo quería hablar contigo.

 

-Bien, pues aquí estoy.

 

-¿Qué tal van las cosas?

 

-Bastante bien, me encontré con Tomás.

 

-Y que te dijo ese tontaina.

 

-Nada me llevó en coche hasta la cárcel y allí me encontré con Isabel y Juan

 

-Y ¿en dónde los dejaste?

 

-Salieron conmigo.

 

-Bien lo que quiero es que te reúnas conmigo en el “cielo”

 

-Ah, el pub ese de la esquina.

 

-Eso es, pero espérame en la puerta.

 

 

La nenita fue hacia la calle, quería asegurarse de que nadie la observaba, se sentía un poco intranquila y no era capaz de comprender por qué las cosas eran de aquella manera.

 

 

En la plaza se encontró con Therry, la chica de la repostería. Las dos se saludaron y se presentaron. Antes nunca habían hablado.

 

 

Era una mañana glacial y Therry iba abrigada con un chal negro que cubría ligeramente un vestido estampado de flores pequeñas sobre un tono grisáceo:

 

-¡Hola!

 

-¡Buenos días!- respondió Therry. -¿vas a ir a desayunar?

 

-Tenía pensado tomar un café

 

-Ven conmigo ahora abrimos.

 

-No antes he de comprar el diario.

 

Alicia se marchó hacia el quiosco y allí compró el periódico. En aquél tenderete había una señora que le resultaba conocida

 

-Hola.

 

-Hola hija, ¿qué quieres?

 

-Nada simplemente lo de siempre y como siempre.

 

-Hoy amaneció pronto, llega el invierno.

 

La viejecita tras la ventanilla se paró un momento a mirar cómo iba hoy la pequeña. No dudó ni por un instante cuál era su intención pero antes intentó comprender que le sucedía de verdad a aquella joven.

 

Pudo ver que andaba bien con aquellos tacones y aquello no le gustó mucho.

 

-Vi a su marido Tomás

 

-Déjalo estar.

 

-Está contento

 

-Gracias hija

 

-¡Qué!, ¿es interesante hoy la prensa?

 

-Claro que sí, como no lo va a estar si indica las noticias de la semana.

 

-Este domingo es mucho día señora

 

Aquella “new” le gustó tanto que se alegró en lo más profundo de sí misma de haberse despertado pronto. Quería darle gracias al “Super” para que todo saliese bien. Entendía que las cosas podían enmendarse y que aquellos líos de pareja quizás podían solucionarse.

 

 

Alicia se acercó al “cielo” y allí esperó a la puerta mientras llegaba él.

 

-Vamos,- dijo con velocidad en sus palabras.

 

 

Carlos era generoso le gustaba regalar y regalarse con pequeños detalles que evidenciaban todo los aconteceres de su vida y se convertían en maneras de generosidad, en reflejo de  caridad, gasto de talante social que revertiría en la economía no solo de su país sino también a nivel de su pequeña empresa.

 

 

Aún no había recibido noticias de un tal Joaquín, un hombre mal arreglado  para su gusto personal que no andaba y ya se sabe: “el que mal anda, mal acaba”.

 

 

Carlos vivía solo y nunca se planteó el matrimonio, no había encontrado a ninguna mujer excepto las conocidas acciones de atracción con la que mantenía relaciones recíprocas de juegos sexuales que colmaban sus necesidades y deseos. Pero con su culo inquieto no era capaz de mantener un amor permanente, su amor es un amor furtivo.

 

Tomás era un ser poco educado pero presentaba buen comportamiento frente a las veleidades de la vida que le convierte en un niño soez y vulgar que dejaba muy lejos las formas o el tratamiento cortés a los personajes que se topaban con él.

 

 

Juan dejó a Isabel en la acera frente a su casa seguro de haber cumplido con aquella mujer que desprotegida luchaba por mantener relaciones con unos y otros sin hallar el hombre de su vida.

 

 

Alicia y Carlos estaban en la puerta: de “El Cielo” un garito cuyas paredes sujetaban las palabras que eran reflejo de las ideas propias de ambos. Su relación era completamente pura y decorosa, solo se daban las manos de vez en cuando, congeniándose mutuamente al calor de aquel abrazo.

 

 

Alicia que había corrido, para llegar hasta allí, había cogido un taxi no sabía por dónde empezar para comentar todo lo que había preparado.

 

-He visto a Isabel y a Juan. Tomás herido en el hospital y además vine escuchando las noticias y pude oír que han encontrado a un hombre que se encontraba fallecido en un muladar, de nombre Joaquín, el cual nadie podía identificar sino por una pulserita donde ponía su nombre. El cuerpo estaba en estado de descomposición. Estas son las noticias. En lo referente al trabajo hice la carta que usted me mandó y aun espero respuesta.

 

Escribió la carta pero no he podido hablar con Juan todavía ya que se iba muy compungido pues se había enterado de su ruptura por la televisión.

 

-¡Ana!, ¡Ana! Siempre ese mismo nombre

 

-Sí Don Carlos, Ana la del nombre sencillo y fácil, la expresión de humildad en el llamamiento, la mujer ideal incluso para alguien cuya madre llevaba ese mismo nombre.

 

- ¿Cómo?, ¿su madre?

 

-Así es mi madre es Ana y mis pesadillas me llevaron a buscar una Ana que no me abandonara, una madre (Ana) que siempre me cuidara y sobretodo me satisficiera gracias a un amor sincero, amor tranquilo como mar sereno.

 

-Pues bien me he enterado de que Ana, la Ana de sus sueños aquella que tanto le hizo daño le hizo dejó de relacionarse con su último novio.

 

 

Tomás herido por el cuchillazo ya salía del hospital y decidió volver a coger el coche y marcharse a California.

 

 

Alicia y Carlos se encontraban poniéndose al día en cuanto a los personajes que cada uno y todos por sí mismos buscaban para “encontrar un roto para un descosido”.

 

 

Carlos como ya sabemos había ido a una joyería y al llegar a su despacho encontró con que su generosidad le guardaría lugar en algún sitio, él había de ser capaz de hace bien el reparto de todo aquello.

 

 

Poco antes de sus días de asueto y vacación trató de reunirlos a todos y a Juan, a Alicia y a su último “affaire”, su adorada Isabel

 

 

Isabel estaba muy preocupada ¿encontrarían el cuerpo de Joaquín? Había entendido algo así, pero al oír las noticias su atención se disipó al cerrar el botón de apagado del aparato de televisión. No quería oír hablar de nada de todo aquello, aquel hombre era un “asqueroso” y nunca le había provocado el mínimo sentimiento de cariño sino sólo un acierto de sentimiento de oscuridad y opacidad que le provocaba terror.

 

 

Con Joaquín en el mortuorio trataban los médico-forenses de describir científicamente como enfocar aquella muerte, estaba minuciosamente troceado y ya presentaba unas condiciones y un hedor propios de carne podrida.

 

 

Lo más gracioso de todo era que aquel “energúmeno” o “mala gente” no constaba en ningún empadronamiento, ni tan siquiera en el Registro Civil. No daba constancia de su identidad ni se le reconocía como trabajador en ninguna actividad… (Era un desconocido,  un ser inexistente a nivel administrativo).

 

 

Aquel podría haber sido uno de sus días pero todo se arregló en el encuentro que mantuvieron en aquel hotel, donde el beso furtivo alcanzó su cenit del deseo.

 

Isabel y Carlos se amaban con gran pasión, Isabel aprovechó a llorar mientras él besaba de forma que ella se “tragaba todo el marrón”, se le iba el “Santo al cielo” y se olvidaba de aquel, su acontecer, fortuito, y peligroso para encontrarse en paz consigo misma.

 

Aquel amor superaba con creces el acto de homicidio con éste se encumbraba en una situación social cuyo rol venía a significar si en un caso de asesinato podría salir indemne. En cualquier caso se trataba de un caso atípico con una solución propia de un ser circunspecto y lejos de la apariencia de un ser culpable.

 

 

Carlos estaba en casa reflexionando aquello que era la presentación de todo lo nuevo posible en su negocio. Era director de una Academia de Idiomas. Trabajaba en la Red de Internet  impartiendo cursos on-line donde su propio Intranet hacía de sus enseñanzas lo último: “lo más in”.

 

Concedía el título previo pago de tarifa oficial. Además organizaba y facilitaba unas relaciones o intercambios en los países propios de los idiomas impartiendo de este modo lo aprendido en gramática y lingüística  pero sobretodo encontrando el puesto culmen de la palabra con una fonética perfecta.

 

 

Juan aunque era un “picapleitos” era quien proveía a la Academia el material necesario idóneo para todos los alumnos que normalmente solían recibir la teoría y se sentían satisfechos y agradecidos por el grado de reconocimiento de los idiomas que alcanzaba como en las ilustres universidades europeas de gran prestigio.

 

 

Juan y Carlos siempre fueron unos socios muy bien allegados que cumplían… aquello funcionaba. Sus conversaciones pasaban por crear “diálogos de besugos” o cuestiones laborales.

 

 

Fue un día, en concreto un fin de semana que Carlos echaba de menos el contacto con la piel de Isabel, se vistió en aquella hora matutina con un pantalón tono “verde botella” y un “pullover jaspeado”.

 

 

Iba por la calle con su tintineo de canicas que alzaban y sonaban al chocar, evitaba sentir rechinar los dientes, un problema que había sufrido desde muy niño, sonaban a frío, a algo cristalino pero consistente, se reflejaba y se convertía en un cuerpo de las bolas y con ellas aparecía y desaparecía el sonido entre sus manos bien aseadas.

 

 

Alicia había llegado en punto y como todas las mañanas había alumnos esperando en la puerta de la sede. Esta era una clase adecuada adónde se relacionaban a través de unos ordenadores que manejaban con gran didáctica para compartir la red desde las diferentes terminales informáticas. Se solucionaba con gran respeto.

 

 

Carlos no podía dejar de pensar en Isabel y pensaba optar por tomar la determinación de trabajar desde el portátil mientras se entretenía en cuidar de Isabel. Pensó hacerle un regalo. Quizás un viaje al centro de Europa para compartir y viajar sin fin.

 

Tras encargar a Alicia la compra de los billetes de avión, se subía su poco su ser, su ego, frente a una mujer tan preciosa como provocativa.

 

 

Moverse por Europa  para visitar las instituciones políticas y  administrativas, económicas y judiciales en cuyos archivos reposan los documentos más importantes de una zona común a varios países, la zona geopolítica y económico-administrativa que ha surgido fruto de una evolución en pos de la paz  tras la guerra mundial.

 

Carlos iba leyendo la prensa, Isabel venía de los aseos  había ido a empolvarse la nariz y dar un toque de color a sus labios.

 

Aquel viaje, ya empezaba a coger altura el avión…, sería cuestión vital para descansar de la dura tarea durante el resto del año.

 

 

-Dime Carlos, ¿crees en el amor?

 

Carlos se colocó las gafas sobresaliendo ligeramente por en’cima de sus lentes, los ojos, escudriñando por entre los cristales (eran gafas bifocales) aquella carita de niña “mala” que tanto le gustaba observar.

 

-¿No contestas?... ¿Me eres fiel?, ¿Qué haces en tus ratos libres?

 

-Venga mujer no estarás celosa del periódico

 

-Es que pones más interés en ese papel que en mí. Sí, me siento desplazada como fuera de lugar.

 

-¡Podríamos jugar a un juego!

 

-A ver, Cielo Santo, se sonrió mientras doblaba el periódico.

 

El juego consistía en decir verdad o secreto. Jugaban con cinco chinos, quien se acercara más al número de  ellos decidiría si el otro habría de contar un secreto o decir algo que es verdad.

 

El avión alcanzaba las nubes mientras Carlos e Isabel iba provocándose el uno al otro, su expresión era de gran sensualidad evitando que los otros viajeros notaran que iban jugando a “verdad o secreto”

 

-Supongamos que yo digo ¡Verdad! Y te pregunto: ¿Quién es el amor de tu vida?

 

-Verás ahora sólo hay una preciosa mujercita con cara de niña y cuerpo de sílfide que provoca ciertos movimientos sensuales de mi entrepierna.

 

-Y si te digo: ¡secreto! Y te pregunto: ¿Qué te hace sentir bien, si lo cuentas, algo que te duela en las entrañas?

 

-Sólo hay algo que llevo en secreto. Yo perjudiqué a mi madre, cuando ella estaba enferma. No quería que muriese traté de evitarlo, le di en su día cierta cantidad de medicamentos que le provocó nauseas. Creí que la mataba peor ella me dijo que me había obligado ella pues no quería vivir. Aquello me dolió tanto, que lo llevo en silencio.

 

………………………………………………Paso un poco el rato.

 

Ahora te toca a ti preguntar. Mis tres chinos contra los dos tuyos. Pero diré verdad: y te pregunto ¿Quieres a alguien más que a mí? Pero dime la verdad no valen las medias tintas.

 

-Te diré que estoy loca por ti, que aunque haya alguien más nadie hay capaz de quitarte los zapatos. Eres el hombre de mi vida. Esa es una gran realidad, que deseo no se vea trastocada por la expresión dicha sino que continúe en la misma línea manteniendo el equilibrio de todas las cuestiones del corazón

 

-¡Qué interesante mi niña! Ahora… el secreto. Te pregunto yo: por los cinco chinos. ¿Qué has escondido de tu día a día, aquello que te producía mala sensación y quieres olvidar?

 

-Verás no quiero que te desesperes ni pienses que soy mala calaña. He asesinado a un hombre sin conciencia, a un hombre vil y rastrero, lo he troceado, era un hombre que me atacó y quería “rollo” tuve que hacer eso o vivir siempre con el acoso al cual me sometía.

 

-Cielo santo.

 

 

Aquel fin de semana significó un inicio de un romance. Estuvieron en tres capitales europeas (Italia, Francia y Alemania sus países). Fue un viaje bien aprovechado su último destino antes de acabar en el aeropuerto español fue en Roma. Ver la Fontana de Trevi y pensar un deseo estaba en la intención de ambos peor no para buscar pareja, sino para consolidar su relación.

 

Su viaje lleno de momentos inolvidables hizo que Carlos considerase a su novia como la mujer más valiente del mundo, capaz de matar a alguien que le hacía la vida imposible. Ambos encontraron una relación de dos, de un par, no más.

 

 

Lo que ellos no sabían era que cuando el amor es furtivo una vez perdida la pasión química algo se rompe entre ambos, acaban con la pasión.

 

 

Fue ya llegando a España que Isabel torció uno de sus tobillos. Carlos le sujetó con fuerza masculina pero ella estaba débil para caminar y pidió le cogiera en sus brazos. Aquel fin de semana había resultado lo más satisfactorio de unos cuantos años, o épocas. Toda una vida para encontrar un poco de felicidad.

 

 

Pasados los días de diario todo iba en detrimento de la felicidad cada día era más difícil la relación. La verdad es que a ambos no les gustaba la sensación de rutina de cotidianidad, les gustaba mantenerse culminando los actos sexuales que tanto uno como otro entendían como relación recalcitrante.

 

 

Aquella semana la Academia de Idiomas que presidía Carlos tenía suficientes alumnos, aquel viernes era su cumpleaños y había invitado a los más allegados. Allí reunidos podrían intercambiar impresiones y compartir una copa.

 

La reunión tuvo lugar en la Taberna de Tere. Esperaron un poco, pronto estarían todos reunidos.

 

Alicia se tomó un batido de vainilla, mientras él… Carlos se metía las manos en los bolsillos. Se cercioró de que todavía tenía las sortijas.

 

Llegó Isabel acompañada por Juan. Estaban los que eran y los que serían. Carlos tomó la palabra:

 

-Os he reunido para hablar de una cuestión acerca de la cual quiero expresar mi valoración. Isabel blanca y pura tienes destrezas ocultas, por eso te doy una joya plateada y blanca. Alicia te has portado de maravilla peo no te voy a hacer ningún regalo, espero no acostumbrarte mal. Y a ti Juan lo que te voy a dar lo que te mereces pero como si fuese “lo más”,  te pondré un aro dorado con color hueso.

 

Carlos salió del bar y con sus bolitas de cristal iba: tin trin, tin trin, haciéndose ruidillo que de por sí le resultaba conocido, aunque le parecía un poco menos tintineante. Era algo así como la voz de su conciencia.

 

A Isabel no la podía querer más, era una asesina, vale una asesina lista pero no por ello mejor sino más bien peor. Quitarse alguien de encima no implica acabar con su vida.

 

Alicia sería siempre la buena, la que cumplía en vez y en hora las cuestiones de carácter laboral.

 

Pero su amor el real era Ana, por quién pidió, a quién amaba, la imagen, el recuerdo, la emoción de que su mujer fuera similar a su madre.

 

Buscó la arandela de oro viejo… ¡¿La habré tirado a la Fontana de Trevi?!

 

 

Sus cuarenta y nueve años le hacía plantearse si su vida tenía sentido: Comprended que aquel encuentro era la despedida. Todos movidos y dominados por una fuerza invisible surgida de él, veían ahora cumplidos sus deseos de ser recompensados. Incluso Alicia se sintió orgullosa de haber sido invitada por él.

 

 

En la Fontana de Trevi tintineaba algo echado desde la orilla hacia el fondo de la fuente. Carlos no era consciente de lo ocurrido. Una tarde cualquiera al ir a buscar sus bolitas de cristal descubrió no tenerlas estaba desposeído de las mismas. Buscó y rebuscó casi perdía el control, ya se sabe: “lo que el ladrón no se lleva, aparece en el rincón”. Su pérdida era algo más que un deseo pedido en Roma. Miró en el fondo de la maleta y se dio cuenta de que tenía en la misma una sortija de oro viejo. Su intención no había sido otra que dejar el anillo en aquel momento, que es un foco de búsqueda del amor.

 

Aquel anillo de oro viejo era para Alicia era en verdad su mujer preferida, lo que más le gustaba, además era la que conocía y sabía cómo cuidar de él. Ella sabía de su obsesión por su madre (Ana), siempre le había tratado como a un niño tremendamente desnaturalizado pero a quien ella controlaba con tozuda frialdad en el calor de la casa.

 

 

Qué desavenencia Carlos perdió su usual soniquete de cristal chocando, y una tarde cualquiera perdió el ritmo de su corazón y fallecía ante una Alicia tan desesperada como sufridora.

 

Compartir esta página